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Cambiar el mundo a través de uno mismo

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Cambiar el mundo. Hermosa frase, ¿verdad?. Yo me pregunto: ¿qué significa cambiar el mundo? Y más importante, ¿para qué queremos cambiar el mundo? Nos encontramos en nuestra sociedad con una horda de ciudadanos inmersos en una crisis existencial; seres humanos que por más que miran a su alrededor no acaban de encontrar lo necesario para sentirse a gusto, en paz. Como respuesta, muchos nos embarcamos en proyectos de voluntariado tratando de llenar nuestro propio vacío interior mediante la acción solidaria en el exterior.

Lo más inmediato entonces para resolver este conflicto interior es pensar ¿qué falla en mi mundo exterior? Así, con las respuestas a esta pregunta y dependiendo de nuestras creencias y valores, actuamos ahí fuera tratando siempre de cambiar las cosas y así sentirnos mejor en nuestro interior.

Te propongo otro planteamiento: ¿qué pasaría si fuésemos nosotros los que primero tenemos que ser felices para luego transformar el mundo? ¿No sería maravilloso levantarte por la mañana feliz”, sin necesidad de tener que hacer nada en concreto “ahí fuera”? La felicidad no parece que sea algo que se consiga haciendo esto o lo otro, sino más bien parece que es algo que tenemos o no tenemos. O más bien, algo que decidimos tener o no tener. Piensa en la felicidad como la manera de encontrar tu camino interior, tu misión en el mundo y el sentido último de esa misión; ese camino será maravilloso y una vez comiences a caminar, serás imparable, serás feliz. Esa felicidad es la que transformará el mundo en cada acción, cada interacción, cada contacto que tengas con el mundo exterior. Piensa una cosa, ¿qué gente tiene más impacto en tu vida? ¿Aquellos que viven amargados o quejándose incesantemente, o aquellos que consiguen siempre sacar lo mejor de cada situación y reponerse ante las adversidades? Tras contestarte a esta última pregunta, dime ¿qué imagen quieres tú proyectar a los demás?

Sonríe, lee, sé amable, desarróllate, apúntate ese curso que tanto te gusta, aprende ese idioma que siempre quisiste, desarrolla esa idea, viaja, camina, haz deporte, ama, realízate, encuentra tu propósito en esta existencia física, ¿se te ocurren más cosas que puedas hacer para encontrarte a ti mismo? Dicen por ahí que la felicidad es el arte de encontrar tu camino con lo que tienes disponible; si basas tu felicidad en la consecución de algo externo material, al final siempre aparecerá algo externo que anhelarás con más ímpetu, postergando pues la felicidad de manera que siempre la veamos como un horizonte inalcanzable. La felicidad también es anhelar algo sabiendo muy bien para qué lo quieres conseguir (sentido de tu misión en el mundo); el  Dr. Wayne W. Dyer lo llama “ambición con significado”.

Te invito a pensar que la verdadera esencia del cambio de paradigma en esta sociedad está en cada uno de nosotros como individuos. No se puede cambiar el mundo viviendo una vida que no quieres vivir. No se puede cambiar el mundo huyendo de la vida que estás viviendo. No se puede cambiar el mundo amargándote en un trabajo que no quieres hacer. No se puede cambiar el mundo sacrificándote constantemente. No se puede cambiar el mundo si te crees eso de que “esto es lo que hay”. No se puede cambiar el mundo si necesitas vacaciones para descansar de tu propia vida. No puedes cambiar el mundo si en definitiva no vives en completa coherencia. Claro, ¡es que tú eres parte del mundo!

Hay un cuento maravilloso que me viene a la mente en este momento. Resulta que había una vez un científico muy sabio que estaba en su laboratorio tratando de encontrar la fórmula para arreglar el mundo; en esto apareció su hija de 5 años: “—Papá, ¿juegas conmigo? “—No hija —respondió el padre.” “—Va papi, venga, juega un rato conmigo.”  “—No, ¿no ves que estoy tratando de encontrar la fórmula para hacer un mundo mejor?.” Como la hija no cejaba en su empeño, el científico sabio decidió coger una revista, arrancar una hoja y romperla en mil pedazos. Le dijo a su hija: “—Hija, ahí tienes un puzzle, para que juegues un rato, tienes que recomponer un mapa del planeta Tierra.” El padre estaba tranquilo ya que su hija era demasiado pequeña como para saber dónde estaba cada continente, así que volvió tranquilo a su trabajo convencido de que su hija sería incapaz de recomponer el mapa del mundo. Al cabo de 10 minutos la niña dijo “—Papá, ¡ya está!” El científico no daba crédito, “—Pero hija, ¿cómo lo has hecho?”, “—Muy fácil—dijo la pequeña—, mientras rompías la foto del mundo me di cuenta que por el otro lado de la hoja había un hombre, y yo sí sé como es un hombre, así que lo que hice fue arreglar al hombre y, al arreglar al hombre, también arreglé al mundo.”

¿Quieres cambiar el mundo? Primero cámbiate a ti mismo. Haz que cada día cuente.

Te cuento otro secreto: la felicidad es contagiosa; si quieres un mundo más feliz, empieza por irradiar esa felicidad tú mismo. La magia hará el resto.

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Este artículo ha sido escrito por Iván Ojanguren, coach de la vida, uno de nuestros coworkers habituales 🙂

Si quieres saber más sobre Iván puede visitar su página web: www.ivanojanguren.com o echarle un vistazo a sus redes sociales, Facebook o LinkedIn

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